Saltar, correr, caminar, bailar… Pueden parecer ejercicios sin ningún tipo de significado, pero que, en el fondo, albergan una gran importancia de cara al desarrollo global de niños y niñas. En este sentido, la psicomotricidad es una disciplina que se ocupa de la interacción entre lo cognitivo, lo psíquico y lo motriz, así como de su capacidad para expresarse y relacionarse con el mundo que les rodea. Es decir, a través de la evolución corporal y de los movimientos, favorece que desarrollen sus potencialidades sensoriomotoras, afectivas, cognitivas y relacionales.

Todo ello parte de la base de que el movimiento es la principal característica de un niño de 0 a 6 años, pues es su forma de explorar el mundo y de mostrarse al mismo, de comunicarse, interactuar, compartir afectos, emociones, etc., lo que completará su aprendizaje cognitivo. Así pues, dada su importancia y, si el tiempo lo permite, aprovechando los exteriores del colegio, en educación infantil guardamos un espacio de nuestra rutina diaria para trabajar la psicomotricidad de manera profunda y detallada. En concreto, a través de un circuito que comprende carreras, saltos, equilibrio, relevos, etc., buscamos que aprendan a dominar, de una forma sana, su movimiento corporal, mejorando su relación y comunicación con los demás en un marco lúdico y divertido.

En definitiva, adquieren conciencia del propio cuerpo; dominan el equilibrio; controlan las diversas coordinaciones motoras; mejoran su orientación del espacio corporal y su organización del espacio y del tiempo; desarrollan el ritmo y se propicia una óptima adaptación al mundo exterior, entre otros beneficios. Además, en un entorno privilegiado que facilita la realización de actividades al aire libre.