Las matemáticas no sólo las encontramos en el aula, sino que también las podemos ver en la vida diaria, de ahí que sea necesario adquirir un buen lenguaje matemático para la comprensión y manejo de la realidad en que vivimos.

Su aprendizaje, además de durar toda la vida, debe comenzar lo antes posible para que el niño se familiarice con su lenguaje, su manera de razonar y de deducir.

Hacer matemáticas implica razonar, imaginar, revelar, intuir, probar, motivar, generalizar, utilizar técnicas, aplicar destrezas, estimar, comprobar resultados, etc. Todo esto, además de trabajarlo en el área de matemáticas, también se ve a través de las destrezas y rutinas de pensamiento.

Las actividades que debemos plantearles a los niños tienen que ser significativas, en las que ellos aprendan por sí mismos. También deben ser útiles y de ningún modo alejadas de la realidad. Las relaciones que tienen los niños con el conocimiento lógico-matemático son en un primer momento sensomotoras, luego intuitivas y finalmente lógicas, según su nivel de desarrollo, y se expresarán mediante la acción, el lenguaje oral y finalmente el matemático.

Entre las actividades que realizan están la ordenación de elementos en función de sus cualidades o de criterios determinados, aumentando la dificultad a partir de criterios de ordenación y agrupación cada vez más complejos. Con este objetivo utilizamos a menudo, los bloques lógicos, un material estructurado según cuatro atributos (color, tamaño, forma y grosor) muy cercanos al niño y que sirven para realizar muchas actividades de identificación y relación a través de los sentidos. En el aula se incentiva a los alumnos para realizar relaciones lógicas y patrones en función de los cuatro atributos.

También utilizamos secuencias, es decir, ordenación de imágenes de acuerdo con la sucesión temporal de las acciones que expresan las imágenes. Las primeras secuencias propuestas requieren la ordenación de tres imágenes, y las más complejas, de seis imágenes o viñetas.