Entendemos que para el desarrollo total del niño, la estimulación a través del movimiento es esencial, por eso la psicomotricidad forma parte de sus aprendizajes naturales, que le servirán de base para su madurez para prepararles en una correcta expresión, escritura y lectura.

La competencia motriz hace referencia al dominio de habilidades motrices y patrones de movimiento que capacitan al escolar para participar en los programas de actividad física y de precisión.

Distintos estudios e investigaciones inciden en que la psicomotricidad es fundamental para el aprendizaje.

  1. A nivel cognitivo

 

  • Estimula la percepción y discriminación de las cualidades de los objetos, así como la exploración de los diferentes usos que se les puede dar.
  • Crea hábitos que facilitan el aprendizaje, mejora la memoria, la atención y concentración, así como la creatividad del niño.
  • Introduce nociones espaciales como arriba-abajo, a un lado-al otro lado, delante-detrás, cerca-lejos y otros más, a partir de su propio cuerpo.
  • Refuerza nociones básicas de color, tamaño, forma y cantidad a través de la experiencia directa con los elementos del entorno.

 

  1. A nivel motor
  • Facilita la adquisición del esquema corporal, permite que el niño tome conciencia y percepción de su propio cuerpo.
  • Favorece el control del cuerpo, a través de la psicomotricidad el niño aprende a dominar y adaptar su movimiento corporal.
  • Ayuda a afirmar su lateralidad, control postural, equilibrio, coordinación, ubicación en tiempo y espacio.

 

 

Desarrollo global de la inteligencia

Por todas estas ventajas a nivel motor y cognitivo, vemos que tiene mucha importancia la realización en las primeras etapas de la vida escolar de los ejercicios psicomotrices o educación física de base. Se trata de la educación de la persona a través del cuerpo y del movimiento, considerando el binomio cuerpo- intelecto de forma indisoluble en el desarrollo evolutivo de la infancia.

Realizando ejercicios como gatear, rodar, arrastrarse, hacer volteretas, subir escaleras o actividades de precisión con manos y dedos aprendemos los conceptos básicos como arriba-abajo, delante-detrás, izquierda-derecha…todo ello nos ayudará positivamente en el aprendizaje de la lectura y de la escritura. En definitiva, las habilidades motrices e intelectuales están en una relación constante.

Cuantas más oportunidades damos a un niño para que se mueva, más favorecemos el desarrollo global de su inteligencia. La orientación espacial es la capacidad que permite al hombre situarse a sí mismo y situar las cosas respecto a unas referencias normativas y el niño consigue captar todos estos conceptos con mucho movimiento.

El niño puede trabajar dos tipos de motricidades:

 

1.- Motricidad Gruesa

 

La motricidad gruesa es la habilidad para realizar movimientos generales grandes. Dicho control requiere la coordinación y el funcionamiento apropiados de músculos, huesos y nervios.

 

El desarrollo de la motricidad gruesa se da en diferentes etapas del crecimiento y todas son esenciales, pero la etapa desde 1 a los 5 años destaca especialmente, ya que el niño empieza, primero, a hacer cosas como caminar por su propia cuenta, agacharse, subir, bajar escaleras, correr, saltar…Todos estos movimientos se adquieren progresivamente.

 

Durante los primeros años de vida el cerebro crece más rápidamente que nunca, por ello desde el principio se le debe ofrecer la posibilidad de movimiento y si tiene un entorno rico en estímulos y afecto, en los últimos años de la etapa infantil habrá alcanzado una maduración de un 50 % de sus posibilidades.

 

En esta etapa el empleo de la afectividad y el cariño de los padres y del profesorado del niño son esenciales, sólo así saldrá adelante el programa de estimulación del que depende en gran parte su futuro desarrollo afectivo y sus capacidades.

 

La experiencia nos ha enseñado que el fracaso escolar puede darse por una falta de desarrollo psicomotor o perceptivo-motor. Cuando el niño consigue habilidades en el movimiento, experimenta sensaciones de dominio, de autoestima, favoreciendo su equilibrio emocional y su relación con los demás.

 

2.- Motricidad Fina

Comprende todas aquellas actividades motrices del niño que necesitan de una precisión y de un elevado nivel de coordinación como puede ser vestirse solo, abrocharse-desabrocharse… El niño así se siente independiente y autónomo, pues ve que esforzándose es capaz de hacer las cosas por sí mismo.

Tenemos que ser conscientes de la importancia que las manos hábiles o el desarrollo de las habilidades manuales van a tener si pensamos que son el instrumento primordial que utiliza el cerebro para mandar hacer.

Si sabe utilizarlas bien tendremos muchas ventajas: aumentará su capacidad de concentración, satisfacción por hacer algo con las propias manos y desarrollará su actividad y sensibilidad artística.

Por eso cuantas más oportunidades damos a un niño para desarrollar el programa de psicomotricidad gruesa y fina, más favorecemos el desarrollo global de su inteligencia.

En Ayalde se lleva a cabo desde el Primer Ciclo de Educación Infantil. Así, por ejemplo, desarrollan el equilibrio utilizando los balancines, trabajan la fuerza transportando bloques grandes y adquieren coordinación con los aros y las pelotas.

Todo esto se completa con circuitos en los que corren, saltan y gatean, sorteando diferentes obstáculos. Del mismo modo realizan todo un programa de motricidad fina que les prepara para la escritura.

 

Este programa después tiene continuidad en el 2º ciclo de Infantil y en el 1er ciclo de Primaria tanto en el colegio Ayalde como en Munabe.