Ana Aramburu, Alumni de la promoción 22, (este año hace 25 años que salió del colegio), vive en la República de Sudáfrica desde hace 10 años, trabajando como docente.

Estudió ciencias biológicas y bioquímica y trabajó en proyectos científicos y educativos en varias ciudades españolas.

Ana, es espectacular el trabajo que estáis realizando en Sudáfrica. ¿Cómo y cuándo decidiste ir allí?

No sé si por el pelo medio afro que tengo, o por las historias de mi tía Ana, la africana, pero desde pequeña siempre tenía la ilusión de irme a vivir a África. En 2015 se me presentó la oportunidad y, con la carrerilla del salto, casi me salgo del continente y acabo en la Antártica.

En 2020 una amiga mía me planteó el reto de empezar con ella un colegio con una metodología alternativa, haciendo al alumno el protagonista de su aprendizaje y acogiendo la inmensa diversidad de este país. Así nació Mitra Academy.

¿Cuál ha sido el momento más desafiante en tu experiencia de profesora allí?

Aquí cada día es un reto. Sudáfrica es un país marcado por las desigualdades creadas por el apartheid, que han minado hasta puntos insospechados la dignidad de la persona. Escuchar esas historias de abusos, de abandono, de ambientes degradantes, se puede hacer bastante duro.

Pero más de una vez, después de escuchar a mis alumnos y secar alguna lagrimilla me dicen “Mam, you know what? School is my happy place.” Esto da sentido a mi trabajo y me da fuerza para seguir poniendo alma, vida y corazón en lo que hago.

¿Cuál es el aspecto más gratificante de tu labor?

Cada uno de mis alumnos es un libro abierto, una lección para la vida. Cuando comparten conmigo un poquito de su día a día me “ponen en mi sitio”: “Mam, ¿qué prefieres una semana sin luz, o 3 días sin agua?”; “Me duelen las piernas porque he usado el dinero del transporte para comprar medicinas para mi hermana, así que tardo 2 horas andando al cole”(sin desayuno, por supuesto); “Mi madre no quiere que viva con ella, mi abuela tampoco, nadie me quiere”… Podría contar muchas historias; cada una tiene un nombre, un rostro; cada una me recuerda la infinita suerte que tengo sin merecerlo. Valoro de una forma nueva mi familia, el colegio, tantas oportunidades recibidas… Cada vez tengo más claro que no me queda otra más que vivir y morir agradeciendo.

Háblanos de la ONG Zabalketa. Gracias a ellos y a familias, en su mayoría vascas, podéis becar a varios niños del colegio, ¿no?

Sí, cuando empezamos el colegio, Zabalketa acogió el proyecto Lwazi. Con la constante generosidad de mucha gente, se han podido otorgar 12 becas en los últimos 4 años. Esto tiene un impacto inmenso, porque sacar a un niño de ese ambiente de pobreza es sacar a su familia y esto tiene un efecto que se multiplica.

Me gustaría aprovechar para ofrecer a quien esté leyendo esta entrevista la oportunidad de conocer más a fondo el proyecto, y si están interesados, colaborar con el plan de becas. Os dejo aquí el link a la página web: Lwazi.org

¿Qué es lo que más valoras de tu paso por Ayalde? ¿En qué te ha ayudado el colegio a lo largo de tu vida personal y profesional?

Pienso que Ayalde está en pie por el trabajo, el esfuerzo y el cariño de mucha, mucha gente. Pienso en la ración doble de Loli e Isabel en el comedor, la primera confesión con Don Jose Luis, miles de vueltas al patio jugando a la cadeneta con las de mi clase, la magia de Mari Asun en primero de primaria, tantos paseos por el patio con mis tutoras,… Es imposible nombrarlo todo, pero el paso por el colegio es la suma de muchos buenos recuerdos, que perfilan, una manera de ver la propia vida y la de los demás.

¿Crees que la educación recibida en Ayalde te ha ayudado a la hora de tomar decisiones?

Sin lugar a duda. Los años del colegio son cruciales. En un ambiente en que una se siente querida, aprende a confiar en los demás y en una misma; aprende a pensar por cuenta propia, y aprende a aprender de sus errores. Estos son elementos críticos a la hora de tomar decisiones.

Este es el ambiente que se respira en una familia y para mí, Ayalde fue, en cierto modo, una prolongación del pasillo de mi casa.

¿Qué consejos les darías a las alumnas de 2º bachillerato?

Cuando una sale del colegio leparece que ya lo sabe casi todo. Pienso que el colegio nos prepara para el verdadero colegio, que es la vida misma. Les invitaría a seguir adelante con los ojos abiertos, los oídos abiertos, las manos abiertas, la mente abierta, el corazón abierto. Esta actitud nos permite aprender de cada suceso de la vida, pequeño o grande. Es importante no perder del todo a esa niña con coletas y babi que todas llevamos dentro.