¿Cómo educar en un mundo frenético e híperexistente? ¿Cómo lograr que un niño sea capaz de estar quieto observando con calma a su alrededor, capaz de esperar antes de tener, capaz de pensar, con motivación para aprender sin miedo al esfuerzo?
Los niños crecen en un entorno cada vez más frenético y exigente que, por un lado, ha hecho la tarea de educar más compleja, y, por otro, les ha alejado de lo esencial. Para su éxito futuro vemos necesario programarlos para un sinfín de actividades que los están apartando del ocio de siempre, del juego libre, de la naturaleza, del silencio, de la belleza. Su vida se ha convertido en una verdadera carrera para saltar etapas, lo que les aleja cada vez más de su propia naturaleza. Muchos niños se están perdiendo lo mejor de la vida: descubrir el mundo, adentrarse en la realidad. Un ruido ensordecedor acalla sus preguntas, las estridentes pantallas saturan sus sentidos e interrumpen el aprendizaje lento de todo lo maravilloso que hay que descubrir por primera vez.
Educar en el asombro es replantear el aprendizaje como un viaje que nace desde el interior de la persona, una aventura maravillosa facilitada por una consideración profunda de lo que reclama la naturaleza del niño, como el respeto por su inocencia, sus ritmos, su sentido del misterio y su sed de belleza.
CONFERENCIA EN AYALDE
El próximo 20 de febrero a las 19:00h tendrá lugar en el colegio una conferencia a cargo de Catherine L’Ecuyer, con el título “Educar en el asombro”.
Podéis visitar su blog: http://apegoasombro.blogspot.com.es
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BIOGRAFÍA
Catherine L’Ecuyer (1974) es canadiense y madre de 4 hijos. Estudió Derecho en la Université Laval en Canadá (1997), es Máster del IESE Business School (2004) y tiene un Máster de Investigación en Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Internacional de Catalunya (2012).
Ha trabajado como abogada en Montreal en un bufete internacional(Fasken). En España, ha trabajado como consultora y formadora en empresas como Abertis, Pepsi, Caprabo, Sony, Fero y Croda.
En 2006, empieza a investigar y a divulgar a través de conferencias temas relacionados con la educación, entre ellos la importancia del asombro en el proceso de aprendizaje del niño.
En 2010 impulsa el proyecto Apego-Asombro, nominado por los Premios Proteus de Ética como Proyecto Educativo de ese mismo año. Tiene un blog muy visitado donde publica ideas relacionadas con el asombro.
En 2013 publica el libro Educar en el Asombro de gran éxito. Se ha reimpreso la 10 edición.
Ideas de una entrevista que publicaron en el Diario LA VANGUARDIA:
Qué tierno.
En realidad no buscaba una respuesta, es la manera que tienen los niños de admirarse ante una realidad que es pero que podría no haber sido. El asombro es el motor de la motivación del niño. Chesterton decía…
Un sabio.
… “En cada niño todas las cosas del mundo son hechas de nuevo y el universo se pone de nuevo a prueba”. Un niño ve por primera vez el cielo, y estrena el cielo. Crece maravillado por lo que le rodea. Si te fijas, de camino al cole las madres tiran de los niños, sólo las abuelas caminan junto a ellos.
Una observación de la que aprender.
Los niños se paran maravillados porque han visto algo que brilla en el suelo.., y las madres dicen: “¡Deja esa porquería!”.
¿Qué hacemos?, ¿llegar tarde al cole?
Lo que sea menos chafar su asombro. El asombro es el deseo de conocimiento, es no dar el mundo por supuesto, por eso debemos educar en el asombro.
¿Y cómo se hace?
El asombro requiere libertad interior. Según Tomás de Aquino, hay dos fases en el conocimiento: la primera es el descubrimiento y la invención, y la segunda, la disciplina y el aprendizaje. Hemos invertido el orden: en las escuelas se aprende de fuera hacia dentro, no de dentro hacia fuera.
El afuera es invasivo.
Sufrimos el síndrome de la sobreestimulación debido a unos cuantos experimentos con ratas: pusieron unas ratas en una jaula oscura y otras en un laberinto con ruedas y rampas. Las segundas resolvían mejor los problemas. Así llegaron a la conclusión de que a más estímulos, más inteligencia.
Entre la carencia de estímulos y el exceso debe haber el punto medio.
Hoy los estudios relacionan la sobreestimulación con problemas de aprendizaje.
Estamos en la era de las pantallas.
Estamos creando niños saturados. Inocentes series infantiles tienen una media de 7,5 cambios abruptos de imagen por minuto. Cuando esos niños se enfrentan al ritmo de la vida real, todo les impacienta y aburre. Existen estudios que relacionan horas de televisión en la infancia con problemas de atención y trastorno del aprendizaje.
Hay que recuperar el silencio.
Las pantallas estridentes turban el único aprendizaje sostenible del niño: descubrir el mundo por sí mismo y a su ritmo. Einstein decía que la formula del éxito era el trabajo, más el juego, más el silencio. Nunca habíamos tenido tanta información y nun-ca habíamos aprendido tan poco.
Es una preocupación mundial.
El premio Nobel Herbert Simon decía que la información consume atención de quien la recibe. En consecuencia, una gran cantidad de información crea un empobrecimiento de la atención.
La multitarea es hoy habitual en niños.
Y ya sabemos que dividir la atención la merma. El niño sobreestimulado se convierte en un adolescente que lo ha visto y lo ha tenido todo, tiene el deseo bloqueado.
El sistema educativo tampoco ayuda.
Todos nacemos originales y morimos copias, decía Carl Jung. En lugar de sacar lo mejor de cada uno, el sistema educativo inculca. Y se amolda al supuesto “nuevo ritmo infantil” a base de pantallas. Sin embargo, los altos directivos de empresas tecnológicas de Silicon Valley mandan a sus hijos a un colegio de élite que hace bandera de no utilizar tecnología en las aulas.
¿Un nuevo esnobismo californiano?
Su argumento es que el ordenador impide el pensamiento crítico, y que ya tendrán tiempo de aprender y de gestionar esa herramienta. Hay que evitar que vean la vida como una pantalla en la que suceden cosas, procurar que descubran el sentido a través de la vida real, y respetar su ritmo.
Es lento.
Sí, desde nuestro punto de vista son como caracoles, y sin embargo ellos tienen la clave de la felicidad: vivir con intensidad y asombro cada momento presente. Eso es natural para los niños, no se lo robemos.
Será mi propósito para el 2013.
Si dejamos que vean y vivan cosas que no les corresponden, las etapas se aceleran. La edad de la infancia es la edad del juego, de la imaginación; si no la pasan de pequeños, serán adultos inmaduros.
El consumo, sus mensajes los atrapan.
El consumismo es la forma más letal y directa de matar el asombro de un niño. Cuando saturamos sus sentidos con todo lo que quiere no le dejamos desear las cosas, y así el niño empieza a dar el mundo por supuesto.
… A pensar que todo le es debido.
Sí, que las cosas, o peor, que las personas tienen que comportarse como él quiere, y sus caprichos se convierten en órdenes, y aparecen las pataletas y los enfados a consecuencia de la frustración que le provoca que la realidad no se amolde a lo que desea.
Eso da mucha pena.
Educar en el asombro es educar al niño en el agradecimiento por la vida, por la belleza y el misterio que le rodea.
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