Todos los días, los niños de las aulas de uno y dos años después de comer tienen dos horas de siesta, en las que descansan y recuperan fuerzas para poder afrontar la tarde con nuevas y renovadas energías.
La siesta facilita la recuperación de la energía física y gracias a ella los niños duermen mejor por la noche. Al descansar a media tarde, no se llega a la hora de dormir de noche con un agotamiento excesivo que altera al niño, provocando a veces dificultades para dormir por la noche.
También, a través de la siesta se recupera la energía psíquica, eliminando la tensión, con lo cual, la mayoría de niños se levantan de buen humor. Puede que les cueste un poco terminar de despertarse, pero después están listos para afrontar una nueva parte de la jornada.
Por otra parte, dormir la siesta reduce la hiperactividad y la ansiedad de los niños. Hay estudios que han comprobado que el sueño mejora la consolidación de la memoria declarativa, encargada de evocar los recuerdos y datos en forma consciente, en niños de entre seis meses y un año. La memoria a corto plazo, esto es, que el bebé retenga lo aprendido, también se ve beneficiada mediante el hábito de dormir la siesta.
Otras investigaciones señalan que la siesta favorece el aprendizaje abstracto de los niños y esto ayuda a la comprensión y predicción lingüística, es decir, a la capacidad de reconocer nuevas palabras y estructuras más complejas como frases. Todo lo anterior contribuye a que dormir la siesta ayude a mejorar el aprendizaje de los niños que van a la escuela infantil.