La neurociencia demuestra que es durante los tres primeros años de la vida de un ser humano cuando se ‘construye’ el cerebro, creando más de un millón de conexiones neuronales cada segundo. De ahí la importancia de esta etapa educativa.

Las actividades que realizan diariamente los niños de 0 y 1 años de nuestro colegio, como el programa de psicomotricidad, la motricidad fina, las rutinas, los intercambios lingüísticos, las actividades de comprensión, el juego dirigido,… tienen por objeto el desarrollo integrado de habilidades motrices, lingüísticas, sociales y de autorregulación que favorecen la autonomía personal y el autoconcepto del niño.

El progreso de estos áreas se consigue a través de un programa que lo avale y un profesorado formado. Según la psicóloga y orientadora, Ana Herrero, la escolarización temprana reporta cinco beneficios:

1) Ambiente seguro. Las escuelas infantiles suponen un entorno estable y estructurado que se compone de rutinas muy claras, unos horarios y unos ‘rituales’ con los que los niños van creando esquemas internos sobre el mundo que les rodea.

2) Fomenta la autonomía del niño. El alumnado puede desarrollar su necesidad de exploración y curiosidad, además de otras habilidades a través del juego, como la autonomía personal, el cuidado de las cosas, la alimentación, la higiene, el sueño…

3) Educación emocional. En los primeros años de vida, los niños se enfrentan a distintas emociones, sin apenas recursos para entenderlas. En esta etapa, los educadores les enseñan a identificar las emociones, a legitimarlas y gestionarlas de una forma adaptativa.

4) Favorece el desarrollo del lenguaje. Esta etapa educativa se considera esencial para el aprendizaje de una segunda lengua.

5) Educación en valores. Los niños tienen que compartir espacio y materiales, y esto les permite tomar poco a poco conciencia de las normas que rigen la convivencia: el respeto, la generosidad y el cuidado por uno mismo y por los demás.