Las manualidades son una herramienta fundamental del aprendizaje que tienen grandes beneficios. Estos se podrían dividir en tres grupos. Por un lado, estarían los beneficios cognitivos: ayudan a la concentración, a mejorar la planificación y a resolver problemas. En un segundo bloque se encontrarían los beneficios físicos: desarrollan la motricidad fina, aumentan la coordinación y estimulan los sentidos. Y, por último, estarían los beneficios emocionales: potencian la creatividad, mejoran la confianza y fomentan la afectividad.
A los niños, en general, les encantan las manualidades, ya que les permiten trabajar con sus manos y sentirse verdaderos protagonistas de sus aprendizajes. Desde el comienzo, y durante todo el proceso del mismo, los niños van siendo los constructores, hasta llegar al resultado final, que suele venir acompañado de una gran satisfacción, alegría y subida de autoestima, ya que se sienten orgullosos de sus producciones.
Aprovechando el tema de la primavera, los niños de 3º de Educación Infantil han elaborado su propio huerto a lo largo de varias sesiones. Cada uno trajo de su casa una caja de cartón, que serviría para la construcción del mismo.
La actividad dio comienzo con la decoración de dicha caja, en la que los niños pudieron pintar y recortar diferentes animalitos para después pegarlos. También pudieron utilizar gomets con los que representar elementos de la naturaleza (árboles, flores, animales…) y, por supuesto, el que quiso tuvo la posibilidad de hacer sus propios dibujos con rotuladores o pinturas. La idea era que los niños decorasen la caja a su gusto, utilizando aquellos materiales o técnicas que más les gustaran.
Una vez concluida la decoración se dio paso a la construcción de los surcos de la tierra. La parte más delicada y complicada del proceso. En este caso, los niños tuvieron que hacer cinco cilindros con trozos de cartulina que después tuvieron que encajar dentro de la caja o huerto. A continuación, colorearon y recortaron las diferentes verduras para terminar pegándolas con cola en los distintos surcos de cartulina.
Por último, los niños recortaron el espantapájaros y las etiquetas, con los nombres de los productos plantados, seguido los pegaron en unos palitos depresores que, a su vez, colocarían en el huerto, con el fin de poder identificar cada producto.
Sobra decir que los niños al finalizar su huerto se sentían muy contentos y satisfechos de sus trabajos, sus caras de satisfacción lo decían todo y encantados se llevaron, esa misma tarde, sus huertos para mostrarlos en casa.