La psicomotricidad ocupa un lugar muy importante en la educación infantil, sobre todo en la primera infancia, ya que existe una gran interdependencia entre los desarrollos motores, afectivos e intelectuales.

La psicomotricidad es la acción del sistema nervioso central, que crea una conciencia en el ser humano sobre los movimientos que realiza, a través de los patrones motores como la velocidad, el espacio y el tiempo.

Existen dos tipos de psicomotricidad: la gruesa y la fina. La gruesa es la que se refiere al control del propio cuerpo: piernas, brazos, cabeza y tronco. La fina, por el contrario, hace referencia al control de las manos y los dedos.

Para los niños es fundamental realizar actividades de psicomotricidad, ya que a través de ellas desarrollan sus capacidades y adquieren nociones espaciales, temporales, de lateralidad, relativas a su cuerpo, a los objetos y a situaciones que les facilitan la adquisición de nuevos aprendizajes.

Por medio del programa de psicomotricidad, que los niños de Educación Infantil llevan a cabo todos los días, trabajan fundamentalmente patrones básicos (arrastre, gateo y marcha), ejercicios de equilibrio, de coordinación dinámica, de lateralidad y de orientación espacial, en los que se hace hincapié en las nociones espaciales (ancho/estrecho, largo/corto, delante/detrás, dentro/fuera, arriba/abajo, abierto/cerrado…).

Los ejercicios están programados por quincenas y a su vez, van ganando progresivamente en dificultad. En cada unidad está incluido un número de ejercicios que abarcan los diferentes ámbitos de la psicomotricidad gruesa. Así, los niños están siempre motivados, ya que no les da tiempo a aburrirse, además de suponerles nuevos retos a los que enfrentarse.

Con la ayuda de diversos materiales como pelotas, aros, cuerdas, vallas, bancos suecos, etc., los niños van realizando el circuito. En ocasiones, también tienen que trabajar en parejas o en equipos. Los alumnos en la psicomotricidad se divierten y aprenden a la vez que trabajan su cuerpo.